domingo, 27 de marzo de 2011

Lámina 3VH

En una calurosa tarde de verano una de las cosas que primero se vienen a la mente son los juegos de escondidas. 1,2,3, ¿dónde estarán todos? 4,5,6, ¿podré encontrarlos? 7,8,9, es sólo un juego, ¿no? 10, 11,12, tengo que encontrarlos, 13.14.15. Jugar a las escondidas estando solo no es muy divertido. -las lágrimas corren y el tiempo pasa- 1,2,3 por mi.

domingo, 6 de marzo de 2011

Bajo el pretexto de un café

El día estaba soleado cuando decidí salir a caminar por el centro de la ciudad asfaltada. El olor a carbón y caucho estaba por todo el ambiente y formaba una nube gris sobre los edificios; al verla creía que reflejaba el corazón de los habitantes de la metrópolis (y hoy estaba más oscuro que nunca). Cada vez que levantaba la mirada aquella conglomeración de vapor se veía más gris y más des-esperanzadora; sin embargo salía el sol.

Llegué hasta el café que olía a magia y conocimiento, de esos que quedan cerca de los museos y son habitados por personas que creen saber más de la vida que cualquier erudito. El narcisismo de estos personajes es tan grande que se inventaron estos cafés para venir a debatir quien tiene la razón; se prestan libros, alzan sus voces, y todo bajo el pretexto de un café sin azúcar que termina intacto en el recipiente al final de la tarde.

El sudor corría por mi frente luego de haber deambulado por los laberintos de la ciudad (jaula). Al ingresar al recinto que quedaba en un sótano, la tonalidad de la escena cambió. Ya no estaban los tonos grises del afuera, ahora todo  estaba bañado por un tono ocre que emanaba de las lámparas que había en el techo. Era un recinto pequeño, podía contar de 10 a 15 mesas no muy alejadas las unas de las otras y al fondo estaba la barra donde la encargada del lugar vendía tortas de amapola, siempre con una cordial sonrisa.

De las mesas del lugar sólo estaban 2 ocupadas en ese momento. En una había cuatro jóvenes femeninas de corta edad, riendo e intercambiando fotografías. En la otra mesa estaban 2 hombres jóvenes, sus tazas de café estaban intactas y había 2 pilas de libros sobre la mesa, una a cada lado de las tazas.

No recuerdo muy bien, pero me parece que la tonalidad ocre de la atmósfera se hacía más oscura sobre la mesa de los 2 jóvenes, igualmente me invadió un frío lúgubre sobre este rincón, más no había ningún ventilador ni estaba fallando la electricidad.

Decidí sentarme en la mesa de al lado de los jóvenes. ¡Qué interesante el debate que estos dos deberían estar teniendo!.

La mesa era de madera de roble, en el centro había un vidrio que siempre tenía manchas de huellas digitales y debajo de este había granos de café y algunas flores falsas puestas como decoración. Se acercó la mesera, una mujer de piel color blanca, profundos ojos negros, cabello liso del mismo color recogido de manera un tanto desorganizada y con esa sonrisa amable de la que no podía escapar; ella era la razón por la cual yo iba frecuentemente al café y pedía siempre la torta de amapola así a mi no me gustase. Al llegar la mesera le devolví la sonrisa e hice mi pedido de siempre.

Después de algún tiempo de escuchar la conversación de estos jóvenes me di cuenta que estaban en un debate existencialista, uno de ellos se proclamaba como hombre de Dios y defendía la inmortalidad del cuerpo y el alma. El otro por el contrario, profesaba ser hijo de la ciencia y el materialismo. Según lo que me djo la mesera al llevarme el pedido tenían varias horas discutiendo y no habían llegado a un acuerdo; el defensor de la religión alegaba que tenía que existir un poder supremo que hubiera creado todas las cosas existentes, que la perfección del hombre no podía ser lograda de otra manera, y que al morir nos reuniríamos con el creador. El otro personaje respondía que todo era producto de la evolución y la selección natural. Cada uno citaba a varios autores y parecía después de dos horas que la conversación no tendría final.

Ya se habían retirado las cuatro jóvenes y en un momento hubo un silencio sepulcral en el lugar. Habían llegado a una solución. Una conversación de esta índole sólo puede terminar con la comprobación por parte de los partícipes de la hipótesis.

La muerte era la única solución para probar quien tenía razón y quien estaba equivocado. Al principio creí que no estaban hablando en serio, pero luego de escuchar atentamente sus argumentos detenidamente y luego que sacaran sus revólveres me convencí de que no podía haber otra salida. El misterio más grande de la humanidad se revelaría frente a mis ojos.

Con la más grande determinación en sus miradas ambos se apuntaron con los revólveres y sin pensarlo 2 veces apretaron el gatillo simultáneamente, haciendo que las paredes del lugar una mezcla de sangre, pintura y grasa. Los cuerpos inertes cayeron al suelo. Aquellos hombres habían quedado reducidos a cadáveres inertes con caras desfiguradas.

Pero ahora conocían la verdad, !los bastardos se largaron sin poder decirme quien tenía la razón¡. El odio y la duda empezaron a crecer en mí. Ahora no hay quien discuta, y ahora que los miro detenidamente veo sonrisas en los rostros de los 2 cuerpos, eso me enfurece aún más, no puedo tolerar el no saber, el ser un ignorante.

Ahora el revólver se acerca a mi cabeza, tengo que descubrir la verdad.