domingo, 31 de julio de 2011

Paradoja

Por ahora sólo vemos oscuridad querido lector, estamos viendo a través de una cámara, como un lente fijo que sólo puede ver pero no intervenir, solo estamos invitados a observar cómo se desarrolla la historia, así que le aconsejo que lo disfrute mientras tratamos de darnos cuenta de qué es lo que sucede. Nuestros ojos se van acostumbrando a la oscuridad, estamos en una pequeña habitación sin decoración alguna en las paredes. No hay cama ni muebles, pero lo que se alcanza a observar son unas hojas de papel tiradas por todo el suelo, escrito sobre ellas hay varios ejercicios de matemáticas, cálculo y física; todos de una dificultad considerable, seguramente hechos por alguien que estudió bastante y que ha dedicado bastante tiempo al entendimiento de estas ciencias.
Dentro de la oscuridad, en el suelo y cerca de las hojas de papel encontramos a quien habita en esta habitación, se trata de un hombre de unos 20 años de edad, alto y delgado, su cabello se denota algo largo y mal arreglado, y nos llama la atención que está completamente desnudo, y en su rostro las facciones de tristeza, el llanto que ha dejado sus estigmas, las conjuntivas y escleras enrojecidas por las horas de llanto, aún se observa como gimotea y tiene espasmos mientras continúa llorando.
Si pensamos en la habitación es un sitio desolado, no hay baño, no hay señales de luz ni alimento, pero tampoco señales de deterioro, no hay restos de materia fecal ni de orina a pesar que nuestro “inquilino” parece llevar aquí bastante tiempo. Ahora después  que pasamos un rato en la habitación me parece que es un poco más pequeña de lo que inicialmente era, ¿usted qué opina querido lector?, sí, es mejor que nos vayamos. El enfoque de la cámara se va perdiendo y nos alejamos con estrépito sin siquiera notarlo; estamos ahora en una estancia bastante más clara que la anterior, duelen un poco nuestros ojos, es difícil acostumbrarse a estos cambios de luz tan dramáticos, igual que cuando va por un túnel en un tren y sale después a un soleado paisaje de medio día de verano.
Podemos darnos cuenta que estamos “del otro lado” es una habitación antagónica a la anterior, de blancas paredes, con una ventana que da a un jardín verde, aquí sí hay una cama sencilla, pero parece ser lo suficientemente cómoda, también hay un baño en la habitación, separado por una pequeña puerta.
Y aquí está de nuevo nuestro personaje, el mismo que habitaba la negra habitación se encuentra aquí, está sentado en la cama pero sus facciones han cambiado de manera significativa, antes sentíamos lo que tenía en su interior, pero ahora parece una máscara plana, sin ninguna expresión facial, no hay llanto, pero tampoco asomo de risa, parece más un maniquí que un ser humano. Pero no está solo, junto a él se encuentra otra persona quien le habla de manera amable,  se queda con él algunos minutos pero no obtiene respuesta a las inquietudes que recita, sólo recibe algunas respuestas monosilábicas las cuales parecen no incomodarlo ni sorprenderlo ¿acaso este sujeto de bata no sabe que nuestro protagonista es un genio del cálculo y las matemáticas? Tratemos de escuchar un poco de la conversación.
-¿cuánto es 100 menos 7? – dice el sujeto de bata.
- No sé, ¿60? – Es la respuesta que obtiene de parte de nuestro protagonista.
El hombre de bata se levanta y da un suspiro mientras se aleja diciendo algo entre los dientes, debe ser adiós lo que dijo.
Nosotros salimos de la habitación también, y en la puerta divisamos una marca que dice – Pabellón 7B, Federico Olmedo, esquizofrenia residual –
Ahora me pregunto ¿cuán pequeña estará ahora la habitación oscura?