martes, 1 de noviembre de 2011

El fin de la escritura

Ya no hay nada que escribir. Viendo ahora todos estos libros apilados en la biblioteca me doy cuenta que ya todo está escrito, historias de fantasmas, piratas, ninjas, cyborgs, todo está inventado; he creído que es mentira, es inconcebible que ya no se puedan pensar cosas novedosas, pero en un mundo donde han vivido miles de millones de personas sería muy egocéntrico pensar que cuando se me ocurre una idea sea al único que se le ha ocurrido en la historia, sin embargo traté de hacer el experimento. Lo primero que se me vino a la cabeza fue una historia donde los muertos se levantaban e invadían la tierra, sin embargo encontré miles de libros que hablaban de este tema, hasta los habían llamado “zombies”, nunca se me hubiera ocurrido un nombre tan interesante para estos apestosos seres. Traté de cambiar de tema ¿qué tal un mundo en el fondo del océano? Al revisar los libros otra vez aparecían miles de referencias con este tema con una dizque Atlantis como metrópolis en el mar.

Finalmente decidí que no valía la pena revisar si existía ya lo que quería contar, después de todo si sale de mi mente tiene que valer la pena, debe quedar en el mundo, a alguien puede que le interese, ¿ y si a nadie le interesa, entonces qué? Pues que nadie lo lea, ya no me importa; ahora siento la necesidad de sacar estas ideas de mi cabeza, de dejarlas en un papel, son como un roedor que se come mis neuronas (buena historia, ¿eh? ¿Ya estará escrita?) y hasta que no las saque no podré quedar tranquilo. Con lápiz y papel en mano empiezo a escribir todo lo que viene, todo lo que tiene que ser contado, la sonrisa en mi rostro es incontenible, finalmente podré hacerlo, podré escribir sin remordimientos. La mano del anciano se posó sobre la hoja de papel –Eso no lo puedes escribir, hijo- dice el hombre de barba blanca. -¿perdón? Respondo yo con voz entrecortada- . -Como ves, en esta biblioteca se está acabando el espacio-. Es cierto, no me había percatado pero en esta biblioteca que impresiona como infinita pareciese no haber ni un espacio para un libro más. –Ya se ha escrito todo lo que podía ser escrito- prosigue el anciano-y hasta que no haya algo novedoso no puedo dejar que nadie escriba, es por el bien de la biblioteca-. No podía decir nada contra el argumento de aquel viejo, supongo que tengo que esperar, que aquellos roedores que andan entre mi hipotálamo y mi corteza frontal se pongan de acuerdo para sacar algo que valga la pena, pero mientras el tiempo pasa y me doy cuenta de que todo está escrito los bordes de la realidad se empiezan a difuminar… ¿Esta biblioteca en realidad existe? ¿El anciano de dónde vino?  ¿Por qué no hay nada más que estantes de libros y libros en este lugar?  Pero veo la biblioteca, eso debe indicar que es real, ¿verdad? Yo existo en el mundo, pero todo lo que existe ya está escrito, ¿eso quiere decir que mi vida también lo está? A lo mejor mi vida también es sólo una página en uno de los libros de esta infinita biblioteca.

El lápiz cae sobre la mesa.

domingo, 31 de julio de 2011

Paradoja

Por ahora sólo vemos oscuridad querido lector, estamos viendo a través de una cámara, como un lente fijo que sólo puede ver pero no intervenir, solo estamos invitados a observar cómo se desarrolla la historia, así que le aconsejo que lo disfrute mientras tratamos de darnos cuenta de qué es lo que sucede. Nuestros ojos se van acostumbrando a la oscuridad, estamos en una pequeña habitación sin decoración alguna en las paredes. No hay cama ni muebles, pero lo que se alcanza a observar son unas hojas de papel tiradas por todo el suelo, escrito sobre ellas hay varios ejercicios de matemáticas, cálculo y física; todos de una dificultad considerable, seguramente hechos por alguien que estudió bastante y que ha dedicado bastante tiempo al entendimiento de estas ciencias.
Dentro de la oscuridad, en el suelo y cerca de las hojas de papel encontramos a quien habita en esta habitación, se trata de un hombre de unos 20 años de edad, alto y delgado, su cabello se denota algo largo y mal arreglado, y nos llama la atención que está completamente desnudo, y en su rostro las facciones de tristeza, el llanto que ha dejado sus estigmas, las conjuntivas y escleras enrojecidas por las horas de llanto, aún se observa como gimotea y tiene espasmos mientras continúa llorando.
Si pensamos en la habitación es un sitio desolado, no hay baño, no hay señales de luz ni alimento, pero tampoco señales de deterioro, no hay restos de materia fecal ni de orina a pesar que nuestro “inquilino” parece llevar aquí bastante tiempo. Ahora después  que pasamos un rato en la habitación me parece que es un poco más pequeña de lo que inicialmente era, ¿usted qué opina querido lector?, sí, es mejor que nos vayamos. El enfoque de la cámara se va perdiendo y nos alejamos con estrépito sin siquiera notarlo; estamos ahora en una estancia bastante más clara que la anterior, duelen un poco nuestros ojos, es difícil acostumbrarse a estos cambios de luz tan dramáticos, igual que cuando va por un túnel en un tren y sale después a un soleado paisaje de medio día de verano.
Podemos darnos cuenta que estamos “del otro lado” es una habitación antagónica a la anterior, de blancas paredes, con una ventana que da a un jardín verde, aquí sí hay una cama sencilla, pero parece ser lo suficientemente cómoda, también hay un baño en la habitación, separado por una pequeña puerta.
Y aquí está de nuevo nuestro personaje, el mismo que habitaba la negra habitación se encuentra aquí, está sentado en la cama pero sus facciones han cambiado de manera significativa, antes sentíamos lo que tenía en su interior, pero ahora parece una máscara plana, sin ninguna expresión facial, no hay llanto, pero tampoco asomo de risa, parece más un maniquí que un ser humano. Pero no está solo, junto a él se encuentra otra persona quien le habla de manera amable,  se queda con él algunos minutos pero no obtiene respuesta a las inquietudes que recita, sólo recibe algunas respuestas monosilábicas las cuales parecen no incomodarlo ni sorprenderlo ¿acaso este sujeto de bata no sabe que nuestro protagonista es un genio del cálculo y las matemáticas? Tratemos de escuchar un poco de la conversación.
-¿cuánto es 100 menos 7? – dice el sujeto de bata.
- No sé, ¿60? – Es la respuesta que obtiene de parte de nuestro protagonista.
El hombre de bata se levanta y da un suspiro mientras se aleja diciendo algo entre los dientes, debe ser adiós lo que dijo.
Nosotros salimos de la habitación también, y en la puerta divisamos una marca que dice – Pabellón 7B, Federico Olmedo, esquizofrenia residual –
Ahora me pregunto ¿cuán pequeña estará ahora la habitación oscura?

lunes, 20 de junio de 2011

el color de la vida

A mí me gusta cambiarle el color a la vida.  Creerán ustedes que lo hago por medio de los ojos, pero no es así, ellos ya se encuentran muy ocupados mostrándome los monótonos colores "reales" de la vida.

El verdero pincel de la vida es el oído. pero más que el oído, es la música el pincel mágico. A través de él un día nublado puede convertirse en una marcha multicolor, una caminata tediosa puede ser un viaje fantástico con muchas risas y recuerdos. Esa es otra cualidad de la música, podemos evocar tantas cosas, momentos tristes, felices, todo a través de un simple sonido. El sentirse libre en esta jaula llamda ciudad no tiene precio, que tu corazón pueda latir a mil sólo con una señal acústica es precioso.

Es muy difícil expresar con palabras todo lo que los sonidos pueden producir, y mucho más difícil es saber si lo que siento yo con la música lo sienten lo demás. Después de todo soy daltónico

domingo, 27 de marzo de 2011

Lámina 3VH

En una calurosa tarde de verano una de las cosas que primero se vienen a la mente son los juegos de escondidas. 1,2,3, ¿dónde estarán todos? 4,5,6, ¿podré encontrarlos? 7,8,9, es sólo un juego, ¿no? 10, 11,12, tengo que encontrarlos, 13.14.15. Jugar a las escondidas estando solo no es muy divertido. -las lágrimas corren y el tiempo pasa- 1,2,3 por mi.

domingo, 6 de marzo de 2011

Bajo el pretexto de un café

El día estaba soleado cuando decidí salir a caminar por el centro de la ciudad asfaltada. El olor a carbón y caucho estaba por todo el ambiente y formaba una nube gris sobre los edificios; al verla creía que reflejaba el corazón de los habitantes de la metrópolis (y hoy estaba más oscuro que nunca). Cada vez que levantaba la mirada aquella conglomeración de vapor se veía más gris y más des-esperanzadora; sin embargo salía el sol.

Llegué hasta el café que olía a magia y conocimiento, de esos que quedan cerca de los museos y son habitados por personas que creen saber más de la vida que cualquier erudito. El narcisismo de estos personajes es tan grande que se inventaron estos cafés para venir a debatir quien tiene la razón; se prestan libros, alzan sus voces, y todo bajo el pretexto de un café sin azúcar que termina intacto en el recipiente al final de la tarde.

El sudor corría por mi frente luego de haber deambulado por los laberintos de la ciudad (jaula). Al ingresar al recinto que quedaba en un sótano, la tonalidad de la escena cambió. Ya no estaban los tonos grises del afuera, ahora todo  estaba bañado por un tono ocre que emanaba de las lámparas que había en el techo. Era un recinto pequeño, podía contar de 10 a 15 mesas no muy alejadas las unas de las otras y al fondo estaba la barra donde la encargada del lugar vendía tortas de amapola, siempre con una cordial sonrisa.

De las mesas del lugar sólo estaban 2 ocupadas en ese momento. En una había cuatro jóvenes femeninas de corta edad, riendo e intercambiando fotografías. En la otra mesa estaban 2 hombres jóvenes, sus tazas de café estaban intactas y había 2 pilas de libros sobre la mesa, una a cada lado de las tazas.

No recuerdo muy bien, pero me parece que la tonalidad ocre de la atmósfera se hacía más oscura sobre la mesa de los 2 jóvenes, igualmente me invadió un frío lúgubre sobre este rincón, más no había ningún ventilador ni estaba fallando la electricidad.

Decidí sentarme en la mesa de al lado de los jóvenes. ¡Qué interesante el debate que estos dos deberían estar teniendo!.

La mesa era de madera de roble, en el centro había un vidrio que siempre tenía manchas de huellas digitales y debajo de este había granos de café y algunas flores falsas puestas como decoración. Se acercó la mesera, una mujer de piel color blanca, profundos ojos negros, cabello liso del mismo color recogido de manera un tanto desorganizada y con esa sonrisa amable de la que no podía escapar; ella era la razón por la cual yo iba frecuentemente al café y pedía siempre la torta de amapola así a mi no me gustase. Al llegar la mesera le devolví la sonrisa e hice mi pedido de siempre.

Después de algún tiempo de escuchar la conversación de estos jóvenes me di cuenta que estaban en un debate existencialista, uno de ellos se proclamaba como hombre de Dios y defendía la inmortalidad del cuerpo y el alma. El otro por el contrario, profesaba ser hijo de la ciencia y el materialismo. Según lo que me djo la mesera al llevarme el pedido tenían varias horas discutiendo y no habían llegado a un acuerdo; el defensor de la religión alegaba que tenía que existir un poder supremo que hubiera creado todas las cosas existentes, que la perfección del hombre no podía ser lograda de otra manera, y que al morir nos reuniríamos con el creador. El otro personaje respondía que todo era producto de la evolución y la selección natural. Cada uno citaba a varios autores y parecía después de dos horas que la conversación no tendría final.

Ya se habían retirado las cuatro jóvenes y en un momento hubo un silencio sepulcral en el lugar. Habían llegado a una solución. Una conversación de esta índole sólo puede terminar con la comprobación por parte de los partícipes de la hipótesis.

La muerte era la única solución para probar quien tenía razón y quien estaba equivocado. Al principio creí que no estaban hablando en serio, pero luego de escuchar atentamente sus argumentos detenidamente y luego que sacaran sus revólveres me convencí de que no podía haber otra salida. El misterio más grande de la humanidad se revelaría frente a mis ojos.

Con la más grande determinación en sus miradas ambos se apuntaron con los revólveres y sin pensarlo 2 veces apretaron el gatillo simultáneamente, haciendo que las paredes del lugar una mezcla de sangre, pintura y grasa. Los cuerpos inertes cayeron al suelo. Aquellos hombres habían quedado reducidos a cadáveres inertes con caras desfiguradas.

Pero ahora conocían la verdad, !los bastardos se largaron sin poder decirme quien tenía la razón¡. El odio y la duda empezaron a crecer en mí. Ahora no hay quien discuta, y ahora que los miro detenidamente veo sonrisas en los rostros de los 2 cuerpos, eso me enfurece aún más, no puedo tolerar el no saber, el ser un ignorante.

Ahora el revólver se acerca a mi cabeza, tengo que descubrir la verdad.


jueves, 3 de febrero de 2011

Alicia en los jardines de la casa


Mi piecito murió – dijo la pequeña niña -  ya no se mueve, sus deditos no me hablan como lo hacían antes, ahora ese dedo gordo ya no se va a poder comer el huevo a pesar que los otros lo hayan preparado ¡y hasta le hayan echado sal!. Y todo por perseguir al conejito – dijo la niña con expresión de tristeza y arrepentimiento – recuerdo que en el jardín de mi casa hay varios arbustos y como nadie me ve mientras juego voy a explorar; el día que mi piecito se murió, entre los arbustos había un conejito, blanquito, blanquito, blanquito, al principio creí que era una bolita de lana, pero cuando se volteó para sonreírme me di cuenta de lo que era, y salí detrás de él. El problema con los conejitos es que son muy rápidos, salió de entre los arbustos y atravesó el jardín pasando por el borde de la fuente y yendo hacia la huerta donde están las zanahorias, yo corrí tras él lo más rápido que pude, y eso que tenía falda. Cuando llegué a la huerta el conejito ya se estaba metiendo por un agujero en la tierra, yo había visto una película en la que una niña perseguía a un conejito que se metía en un hueco (como el de mi jardín) y llegaban a otro lugar, en el momento que el conejito me hizo la seña para que lo siguiera supe que iba a pasar lo mismo. Lo malo es que el hueco era muy chiquito y solo cupo mi piecito y ¡cuando lo iba a sacar me dolió muchísimo! Casi como cuando me machuqué con la puerta la otra vez, entonces grité muy fuerte hasta que mi mami me ayudó y me tuvieron que llevar al doctor.

Yo les dije que no quería ir, pero como soy chiquita no me hicieron caso, allá en el hospital me sentía como pinocho (en el hospital de los juguetes llegó el pobre pinocho malherido…) y me pusieron en una cama muy muy fría y me dijeron que tenían que sacarle una fotito a mi pie, les dije que tenía que salir con un buen perfil y ojalá sonriendo, pero el señor que tomaba las fotos pareció no tomarme muy en serio.

Luego de un rato vino el doctor con una lámina azul diciendo que esa era la foto de mi pie, la verdad creo que se equivocó porque habían sólo unas como fichas de lego blancas, pero ni siquiera aparecían mis uñitas, les dije que ese no era mi pie, que el mío era mucho más bonito, pero el doctor me aseguró mil veces que sí era…ya no me cae muy bien ese doctor.

Ahora mi pie parece una momia, es como si le hubieran puesto un disfraz, lo curioso es que no estamos en época de halloween, además parece que le picara el disfraz, trata de moverse pero no se mueve, trata de gritar pero ni siquiera un susurro sale, está amordazado y no puede expresarse

Me han dicho que más que halloween es como si estuviera en un carnaval, porque tiene que usar su atuendo durante varios días; caminar con un pie momia es muy difícil, tengo que usar unas moletas…perdón, muletas (dijo mi mamá que escriba bien) por estos días no podré jugar en los arbustos ni buscar al conejito de nuevo, pero cuando lo pueda volver a hacer sabré que he aprendido algo. ¡Mejor meter la cabeza que la pata!

jueves, 6 de enero de 2011

Roja realidad

Dicen que unas palabras pronunciadas en el momento y lugar adecuados pueden cambiar el mundo

¿Cómo saber si tenía un problema?

¿Cómo saber que mi vida estaba vuelta al revés, si para mi ese siempre había sido el derecho de las cosas?
Para mí era normal que la gente me mirara con desprecio cuando lo hacía, porque generalmente me ignoraban, simplemente era un fantasma rondando por las calles o los pasillos, creía que mi vida estaba totalmente llena y satisfecha.

Vivir engañado no era tan malo, cuando no tienes contacto con nadie crees que tu modo de vida es el adecuado (mi abuelo decía, mejor bueno conocido que… no recuerdo que seguía en el refrán) tal vez por eso nunca conocí a nadie nuevo, y no sé si es que no me interesaba o me daba miedo salir lastimado, la verdad nunca lo pensé demasiado. Alguna vez escuché una canción que decía que no se sabe con exactitud si 
el conocimiento es amigo o enemigo, porque uno no sufre por lo que no conoce.

¿Por qué ella tuvo que quitarme la venda que tenía en los ojos, por qué quiso mostrarme el mundo? yo estaba bien como estaba, ¿por qué tuve que enamorarme?… (¿Se llama a eso enamoramiento?)  tal vez no, pero cuando una persona se te acerca,  conversa contigo y es la única que se toma la molestia, tiene que haber algo que una a esas personas, yo creí que era amor. Que insulso.

Como haber sabido que la gente no debe vivir bajo los puentes, que las ratas no son la mejor fuente de alimentación, que el baño se tiene que hacer todos los días, que los únicos que deben usar la misma ropa a diario son los personajes de las tiras cómicas.

El vagabundo no se había dado cuenta de lo que había pasado. La mujer vestida de rojo que pasaba por aquella esquina, vio al hombre tumbado sobre una cobija maltrecha,  él estaba sucio con una barba mal cuidada y en un estado de nutrición más que lamentable.

La mujer sintió lástima, le dejó algunas monedas, un pan que llevaba consigo y le susurró estas palabras al oído “date cuenta de lo que vives, esto no es una vida que deba llevar ningún humano”. El hombre rompió en llanto mientras los tacones de la mujer resonaban por la calle mientras se alejaba.