lunes, 29 de noviembre de 2010

Draconian

Cuando era niño mi padre me contó miles de historias increíbles. Historias de tiempos y lugares perdidos, lugares que parecían sacados del reino onírico del hacedor mismo de los sueños, fantásticos relatos de caballeros, princesas y por supuesto los imponentes y fenomenales dragones, aquellos que podían arrasar pueblos enteros con sólo abrir su boca y originar una imponente llamarada que emanaba desde el interior de su garganta con una fuerza a la que nada ni nadie podía hacerle frente…Lo más cruel de todas estas historias que me contaba mi viejo es que yo las creí, tal vez porque fueron las mismas historias que a mi abuelo y bisabuelo les habían contado cuando aún eran unos críos, y porque ellos también las creyeron con ciega fe, aunque ninguno de mis antecesores haya visto jamás alguno de estos animales que el común de la gente opta por llamar “mitológicos”. De hecho ahora 10 años después del fallecimiento de mi padre sigo buscando uno de estos fantásticos seres.

Ahora tengo 23 años y soy un hombre a quien al parecer le han robado sus fantasías, visto con camisa, corbata y chaleco de lana, me siento en una oficina todos los días en el alto edificio y veo las otras edificaciones a través de los amplios ventanales que hay frente a mí, para darme cuenta día tras día que la ciudad está siempre vacía, no de gente, ellos siempre están deambulando como entes robotizados en las calles, vacía de ideales, de ganas de encontrarse a sí misma, de revolución, todas las personas que veo a través del vidrio parecen conformarse con su vida, y mientras todas estas situaciones me dan vueltas en la cabeza me doy cuenta que ya se ha enfriado el café que tengo sobre mi escritorio y tengo 5 llamadas perdidas de mi jefe que me pide tenga listo mi trabajo y me considera un caso perdido.

Las figuras de dragones inundan mi escritorio, los hay de varios colores y tamaños, los empecé a coleccionar desde mi adolescencia pero ahora que trabajo su número ha aumentado, ya que el 5% de mi sueldo va a un fondo especial al que he llamado draconiano y cada 3 meses salgo en busca de algún ejemplar nuevo que pueda enriquecer mi muestrario.

Siempre los dispongo de una manera diferente dependiendo de la semana y mi estado de ánimo, creando cada vez una escena diferente, cada semana vuela mi imaginación y mis recuerdos, acomodando los relatos de mi padre y empapándolos con mis propias batallas.  Los compañeros de trabajo pasan y me miran de una manera extraña, yo los compadezco porque simplemente nunca entenderán.
De regreso a casa me cuelgo mi mochila a la espalda y mientras camino por la vacía ciudad suelo alzar mi cabeza mirando hacia el cielo, el viento golpea mi cara y me revuelve un poco el pelo, abriendo los ojos veo formas en esas nubes iguales a retazos de felpa y me pregunto si alguno podrá bajo ciertas circunstancias transformarse en un dragón. Al darme cuenta después de unos cuantos segundos de que eso no sucederá vuelvo a la realidad, y recuerdo que justamente hoy es el día de pago de mi sueldo, el día de comprar una nueva maqueta para mi colección ha llegado.

Los latidos de mi corazón se aceleran, primero ir por dinero al cajero de la esquina, y posteriormente ir a la tienda de antigüedades que tanto me gusta. Con el trayecto mentalmente organizado vuelvo sobre mis pasos cada 3 meses, toda esta rutina la realizo casi como si se tratara de un ritual religioso. Sin embargo, el día de hoy observo que  mientras camino a la tienda de antigüedades algo no se siente igual.

Hay un río de personas en las calles, todas parecen estar felices, y hay un ruido que envuelve todo el aire; gritos, tambores, pitos, serpentinas, y explosiones de todos los sabores pululan en la atmósfera, me hacen sentir como en uno de los miles de los relatos de mi padre. Mi sangre en este momento hierve, sin darme cuenta ya tengo una sonrisa esbozada en mi rostro y estoy completamente inmerso en la fiesta que se da en la calle.

Me siento muy feliz, casi completamente, siempre está el sin sabor de que la bestia mitológica no va a aparecer, pero cual es mi sorpresa al darme cuenta que la gente en las calles, muchas personas empiezan a gritar - ¡Dragón!, ¡viene el dragón!, cuando miro al horizonte, sobre el asfalto de la calle veo que una figura majestuosa e imponente, viene acercándose, con su cuerpo totalmente escamado serpenteándose, sus ojos brillantes y su figura de sabiduría infinita, no me siento merecedor de semejante espectáculo, mis ojos no creen lo que ven, ¡pero definitivamente es real!, cada vez se acerca más, el dragón parece amigable, está en medio de todos, se deja acariciar, hasta sonríe, y no hay fuego por ningún lado.

En toda fiesta de este calibre es perentorio que haya alcohol y en esta no puede faltar, hay licores a diestra y siniestra, decido comprar un botella de mi vodka favorito, y empiezo a beber de forma rápida y descomunal, sin embargo poco importa, la situación lo amerita, por fin había pasado lo que había estado esperando toda mi vida hasta entonces vacía, lo que no habían podido ver generaciones y generaciones de familiares lo estaba viendo yo por mis propios ojos, de repente todo se torna borroso, debe ser el alcohol, todos los edificios, las casas, las personas dan vueltas y vueltas, todo se vuelve discontinuo, el tiempo da saltos como un conejo recién liberado del cautiverio, va de atrás hacía delante, luego de adelante a atrás, en un momento es de noche, veo mi habitación, mi baño, la cisterna recibiendo mis restos alimenticios, y luego la cama. Todo se funde y se tiñe de negro, la realidad se esfuma…

A la distancia un sonido.  - Beep, beep – maldito despertador, siempre sonando en el momento menos oportuno, abro los ojos y de repente un sordo dolor en los oídos y la cabeza, golpes de martillos y campanas vienen  y van, la sensación de vértigo que permanece y el sabor a vómito en la boca, y en el reloj, las 7: 30 am.

-¡Mierda!- dije en voz alta, era hora laboral y yo aún yacía en mi cama después de semejante jolgorio. Salgo despedido de mi reposo, me baño, me visto, me perfumo y doy marcha con mi mochila  sobre la espalda a otro vacío día de trabajo.

Sobre la mesa de noche hay una nota escrita con mi puño y letra, algo borrosa y la letra está un poco temblorosa, sin embargo se alcanza a leer; Nota personal: No volver a pasar por el barrio chino en su año nuevo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La ciudad enmudecida


Ése día el cielo estaba completamente cubierto de gris, como si la ciudad misma quisiera esconder un secreto. Un gris que se rasgaba en miríadas de gotas de agua que caían bella pero ferozmente sobre la ciudad. Si alguien escuchara atentamente podría darse cuenta que el golpe de las gotas contra la tierra, el asfalto, el acero y el plástico producían la más hermosa de las melodías. Una melodía mesmerizante, que hace que los seres humanos actúen de maneras que no acostumbran bajo las condiciones climáticas usuales.

Nos situamos sobre un puente de la ciudad. Un puente por el que deambulan infinidad de peatones como hormigas obreras, yendo de un punto a otro, cumpliendo con su rutina, con su existir. Sin embargo, cada una de estas personas tiene su propia historia de vida, sus propios gustos, su propia manera de tomar los cubiertos al comer, su propia forma de caminar, sus propios miedos y sus propios deseos.

Está lloviendo como si nunca antes en la historia de la ciudad hubiera llovido; como si el cielo hubiera guardado todos sus lutos para ese día. Y en medio de semejante espectáculo, nos llama la atención la chica que lleva la sombrilla a rayas de color pastel. En medio de un jardín de sombrillas negras la sombrilla diferente capta nuestra atención. Nos acercamos un poco y podemos observar que va caminando cabizbaja, como quien ya tiene memorizada su ruta a casa, su vida. Sin embargo, hay otro individuo que también nos parece interesante dentro del grupo de hormigas y  atrae nuestra curiosidad; caminando en el sentido contrario, con nada más que un impermeable blanco como protección para semejante situación meteorológica, se encuentra un chico que va absorto en sus pensamientos, pensado probablemente si  aquellos coches, que pasan por debajo del puente, no serán más bien peces nadando en un océano gris.

La hermosa melodía acuática sigue aún su curso. Sin que nadie lo note nuestros dos personajes se van acercando, y sabemos que algo va a ocurrir, como cuando las puertas de un elevador se están cerrando; cerrando para final e indefectiblemente encontrarse en la mitad del trayecto.

Dos almas que van a colisionar están separadas en este momento por apenas tres metros de espacio y agua.

Por un cortísimo instante nuestros dos protagonistas, quizás guiados por la curiosidad o la desesperanza, logran escuchar una parte. Una insignificante y pequeña porción de la sinfonía acuática del sublime concierto que se está dando, sin que el resto del mundo ni siquiera sea consciente de ello. Y al hacerlo, ambos empiezan a levantar la mirada. Como si se les acabara de dar una orden, centímetro a centímetro, gota a gota levantan sus cabezas, hasta que finalmente pasa lo inevitable.

Los ojos se encuentran y ambos retienen el aliento, el tiempo empieza a enlentecerse. Los otros transeúntes ya no existen, son sombras sin rostro. Y debajo del puente ya no hay una carretera; ahora es un mar de una extensión majestuosa. Los autos ahora son peces suspendidos en el tiempo que despiden luces rojas y amarillas, y las gotas que caen sobre el puente están totalmente detenidas; son prismas atravesados por las luces de los peces, lo cual genera que cada gota sea igual a un pequeño foco de luz. Luces amarillas y rojas cubren todo el lugar mientras los dos jóvenes se sostienen la mirada. Y en este momento, la ciudad enmudecida.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El Gran Bloq


El hacedor de sueños como se podrán imaginar es un joven blanco con las mejillas rojas, su altura es comparable a la de un centenar de chocolatinas puestas verticalmente una sobre la otra, teniendo en cuenta que un adulto promedio mide aproximadamente 20 chocolatinas apiladas su estatura es por demás imponente; por otro lado su contextura es mas bien redonda, esto le permite desplazarse de un sitio a otro cual balón de fútbol, y sin utilizar sus piernas, las cuales estima mucho, como para dejarlas hacer labores tan mundanas como el caminar.

El hacedor de los sueños se llama Bloq, y siempre viste con un overol rojo y una camisa con estampado de caballitos de madera. Tiene una voz suave y gentil, como la de los abuelos cuando cuentan historias de sus hazañas pasadas, pero con la  energía y timbre de un joven que disfruta su trabajo. No obstante lo más curioso de Bloq es que él mismo fue quien decidió pasar eternamente sus días fabricando ensoñaciones para los humanos del planeta llamado tierra, y digo que decidió pasar sus días fabricando sueños porque no tiene noches. Una curiosidad del planeta por el cual trabaja Bloq es que gira alrededor de una bola de fuego incandescente que los humanos llaman sol, y el planeta gira también alrededor de él mismo (bailes de cuerpos astrales caprichosos), con este fenómeno ocurriendo eternamente siempre hay algún lugar del planeta en el cual no hay luz día, lo cual significa que es de noche, que a su vez redunda en humanos durmiendo y por ende trabajo para Bloq. Lo curioso de todo esto es que a Bloq no le molesta para nada no dormir, de hecho no necesita el sueño ya que lo manda a través de burbujas transparentes a cada uno de los habitantes de la tierra.

El proceso de despachar sueños es indudablemente divertido, primero Bloq debe frotarse sus manos a una velocidad casi inconcebible, este proceso le lleva algunos crucóptaros de tiempo, después de pasados éstos se va formando una masilla de color áureo la cual es inmediatamente moldeada dependiendo de la fantasía que se quiera enviar, usualmente tienen varias formas al tiempo, como de cangrejo y payaso, o de damisela y parque, de verdad es algo que hay que ver para creer. Otra de las cosas que varía además de la forma, es el peso de cada ensoñación, y es verídico que no corresponde su peso a su tamaño, hay algunas que casi ni el mismo bloq puede levantar y son del tamaño de una uva cubierta de chocolate, y por el contrario hay otras que tienen el tamaño de un millón de pudines y se pueden cargar con una sola mano, la diferencia en su peso varía más por el contenido de la fantasía que por su tamaño per se.

Después de que la magnífica obra queda configurada debe ser enviada a su destinatario, pero Bloq sigue muy ocupado frotando una nueva, por aquella situación del baile de los cuerpos astrales. Por eso Bloq tiene algunos ayudantes, unos duendecillos simpatiquísimos y agraciadísimos del tamaño de 10 chocolatinas apiladas, lamentablemente no se ven tan simpáticos después de que Bloq por algún error de cálculo en cualquiera de sus deambulaciones los aplasta contra la gravedad, por eso hay siempre duendecillos de repuesto que salen de una puerta de un armario  posterior al deceso de alguno de sus predecesores.

Los duendecillos son los encargados en envolver las masas pajizas salidas de las palmas de las manos de Bloq, para este menester son muy habilidosos y utilizan una de sus secreciones.

Los mocos de duendecillos tienen la propiedad, primero de ser transparentes, y segundo de modelarse como burbujas  y contener cualquier objeto que se desee dentro de su anatomía redondeada, la cantidad de mucosidad producida por un  duendecillo es limitada, por esto es que para acompañar a Bloq en semejante empresa se necesita que el duendecillo aspirante padezca de alguna alergia que ayude a fomentar la producción del moco necesario.

Posteriormente cada ensoñación se empareja con su debida mucosidad y son sopladas por Bloq de forma bastante enérgica, de tal suerte que puedan llegar a cada uno de sus destinatarios.
El proceso de direccionamiento de las burbujas se hace mediante… ¡Oh, parece que a Bloq le ha dado un calambre en la mano!
¿Sería azar?

El azar… ¿Cuántas cosas en la vida de una persona pueden ocurrir por esta circunstancia, alguna vez se lo ha preguntado?, ¿recuerda aquella vez que le salió doble premio en la caja de cereal, o aquella en que un billete posaba sobre la acera de la calle esperando gentilmente a ser recogido? , esos son tan solo unos de los ejemplos sobre los cuales el azar ha influido en su vida… pero sólo son los ejemplos pequeños…

Así como los hay pequeños, también los hay grandes, grandes ejemplos, si retrocede algo en la historia puede encontrar azares algo más grandes, como el descubrimiento de América, el descubrimiento de la penicilina, o el de la electricidad sólo para nombrar unos cuantos. Sin embargo estos ejemplos se le antojan algo efímeros, además, seguramente no conocerá mucho sobre estas cosas. Hay que aterrizarlos a la realidad, SU realidad, la realidad de barro en los zapatos y lluvia en la cabeza, la realidad de la vida ordinaria de la cual precede.

Usted trabajaba en los verdes campos de su pueblo, era un hombre como cualquier otro personaje promedio, quien se ganaba la vida de manera rutinaria para sobrevivir y alimentar a su esposa y sus 2 hijos. Como buen personaje promedio de pueblo nunca terminó sus estudios secundarios, había que trabajar y “salir adelante” como le recordaba su madre todos los días al salir de casa al amanecer; trabajaba como jornalero arrancando maleza de campos que fueron cultivados con verduras, luego éstas leguminosas fueron cosechadas por sus propias manos y luego las vendía en algún mercado de la capital, para final y desdichadamente entregar el dinero a su patrón, porque como buen personaje promedio tenía un patrón quien era el que le pagaba una miseria por hacer todo esos menesteres y arrebatarle lo que nunca fue suyo.

Maldecía su suerte, el maldito azar había hecho que ese jefe suyo bigotudo y grasoso fuera el hombre del que dependía  usted y su familia, se preguntaba que tenía aquella bola de manteca que usted no pudiera tener, definitivamente cuando usted se veía al espejo se reflejaba un hombre que estaba en buena forma debido a todos los trabajos y ejercicios que tuvo que hacer durante su infancia, juventud y adultez, y además creía en el azar. Como era un personaje promedio creyente del azar, realizaba lo que le ocurría a todas estas personas, compraba la lotería en el puesto de venta de su pueblo, la compraba con el dinero de la leche y el pan, finalmente ¿no era mejor perder una botella de leche y 4 panes con la esperanza de cambiar su forma de vida para siempre?  -Oh amigo mío que pensamiento tan desafortunado- como buen personaje promedio, nunca ganó la lotería. 

-Yo lo observaba desde hacía ya tiempo, veía cómo se gastaba su infortunada vida comprando tiquetes de lotería, comprando sueños quebrados, comprando posibilidades que no ocurrían,  ¡ah!, ¿por qué lo observaba?, ¡Jajaja! – rió el hombre de la gabardina negra y mirada misteriosa -en mi oficio, amigo mío, hay que observar… observar las presas fáciles, los personajes promedios, aquellos que nunca ganarán la lotería, que no cumplirán sus metas, que llorarán en su lecho de muerte por tomar conciencia de lo poca cosa que fue su vida, y que no pudieron hacer nada por cambiarla a pesar de los esfuerzos y largas jornadas de trabajo.

- No, amigo mío, el azar no existe. Soy Gabriel.  Y está a punto de venderme su alma-.  La sonrisa atravesaba su cara como si hubiera sido hecha con un sable, una herida con sangre blanca que iba en aumento mientras el desdichado hombre firmaba el papel.

Iniciando y bienvenida

Bueno, quiero contarles que nunca antes me había decidido a armar un espacio como este, donde compartir las miles de cosas que se me pueden atravesar por la cabeza. Pero impulsado no directamente, pero si profundamente por algunas personas he llegado a este punto, donde espero que haya algún cambio para mi y ojalá para todas las personas  (que modestamente creo serán pocas) que emprenden este viaje conmigo.

Así que mis más infinitas gracias a estas personas, que no entraré a nombrar pero que cada una de ellas sabe que me ha ayudado en empezar este ciclo.

Espero que pasen un buen tiempo en este blog, y que comenten sobre lo que leen, sea bueno, malo, indiferente, salido o entrado de lugar, lo que sea.

Buena lectura amigos!